28 de julio de 2011

LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA



Florece la flor del cactus hermosamente Más allá de la espina en la carne la belleza espera netamente.
Julio/Agosto 2011

La espiritualidad Cristiana José M. Martínez

Pocos conceptos son tan ricos como el de espiritualidad. Y tan expuestos a confusión. Si formulásemos una pregunta acerca de su significado, podrían darse las respuestas más diversas, algunas de ellas generadoras de problemas en la fe de determinados creyentes e incluso en la vida comunitaria de más de una iglesia. Conviene, pues, aclarar ideas, sin renunciar a los grandes beneficios que una auténtica espiritualidad cristiana comporta.

Quizás, en primer lugar, conviene hacer notar que la preocupación por la dimensión espiritual de la vida no es exclusiva del cristianismo. Distingue a las religiones e ideologías orientales que, en su concepción y práctica de la espiritualidad, habrían de hacer sonrojar al mundo occidental, dominado por el más crudo materialismo. Para los hindúes, por ejemplo, la oración es la actividad más importante de la vida. Y para las otras grandes religiones de Oriente (budismo, zoroastrismo y otras de la China y el Japón), el ascetismo y la vida contemplativa son esenciales. Pero al mismo tiempo podemos afirmar que en ninguna religión humana se hallan fuentes de espiritualidad tan ricas como en la fe y la experiencia cristianas.

La espiritualidad bíblica

Según la enseñanza bíblica, la verdadera riqueza de un ser humano no depende de la abundancia de bienes materiales, sino de que sea «rico para con Dios»

(HTMLBibleLink('Lc','12:21')). La comida, la bebida, el vestido son «añadiduras» a lo esencial de la vida humana; lo primordial es «el reino de Dios y su justicia» (HTMLBibleLink('Mt','6:33')), pues ese reino es «justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (HTMLBibleLink('Ro','14:17')). Por el conocimiento de Cristo, el creyente piensa que todas las demás cosas pueden ser consideradas como «pérdida», tan despreciables como la «basura» (HTMLBibleLink('Fil','3:8')). En Cristo ha sido hecho hijo adoptivo de Dios, con quien puede vivir en gozosa comunión. Esta comunión halla sus formas de realización en la lectura de la Palabra de Dios, en la oración, en el culto, en la comunión fraternal y en el servicio que nace del amor. En todo esto consiste esencialmente la espiritualidad cristiana, sin que excluya hasta cierto punto -dentro de unos límites- el elemento contemplativo y determinadas formas de ascetismo. En este modo de vivir la piedad participan la mente, los sentimientos y la voluntad; se asocian el entendimiento, el corazón y la acción. La espiritualidad así entendida es un imperativo para el cristiano. Equivale a la madurez que se espera de los discípulos de Cristo (HTMLBibleLink('Heb','6:1')) y constituye el mejor antídoto contra los males causados por la carnalidad. El cristiano carnal es egocéntrico -a veces hasta el extremo de la egolatría- y su egocentrismo engendra los pecados más dañinos, tanto en su propia vida como en la de la iglesia. Téngase presente el patético cuadro descrito en HTMLBibleLink('1Co','1:10-12') y HTMLBibleLink('1Co','3:1-18'). En modo alguno puede un creyente conformarse con ser un «cristiano carnal», como si el cristianismo auténtico y la carnalidad fuesen compatibles.

Ser cristiano implica sometimiento pleno al señorío de Cristo, lo que equivale a un tajo profundo en las raíces de los propios criterios, de la exaltación personal y la autocomplacencia. Así la espiritualidad deja de ser una opción voluntaria para cristianos de primera. Es un deber para cuantos invocan a Cristo diciendo: «Señor, Señor». Dicho esto, volvamos a lo antes expuesto, la necesidad de que la espiritualidad sea completa, en adecuado equilibrio de entendimiento, sentimientos y acción. Cuando alguno de estos elementos desaparece o se debilita, la espiritualidad queda empobrecida, por lo que para muchos creyentes resulta insatisfactoria. Ello explica las sanas reacciones que a lo largo de la historia se han producido cuando la espiritualidad se ha vaciado de contenido vital y sólo ha conservado formas (dogmáticas, litúrgicas, legalistas o de cualquier otro tipo).

Puede servirnos de ejemplo el movimiento pietista en Alemania (siglo XVII) con su denuncia de la esterilidad espiritual a que había llegado la fría ortodoxia del protestantismo luterano. O el movimiento metodista en la iglesia anglicana del siglo XVIII. Los peligros de la superespiritualidad Ha sucedido, sin embargo, que muchos cristianos han parecido no tener suficiente con una espiritualidad «normal», bíblica, equilibrada. No conformándose con ser espirituales, han pretendido ser «superespirituales» y se han empeñado en ser más puros que los demás, más fervorosos, más fieles a la Palabra, De estos movimientos de superespirítualidad también hallamos ejemplos en la historia. Conoció alguno de ellos el judaismo postexílico. Los jasideos (heb. Hasidim = santos o piadosos), empeñados en luchar contra la helenización del judaismo y mantener la observancia de la ley judaica, cayeron en una religiosidad meramente externa, con escasa o nula piedad interior. De ese grupo surgió la secta de los fariseos.

En la iglesia cristiana de los primeros siglos también hubo quienes reaccionaron contra errores o debilidades bastante extendidos, pero, en movimiento pendular, cayeron en otros errores no menos deplorables. Recuérdense el donatismo y el montanismo. En la Edad Media, el movimiento de los cátaros (del griego = puros, perfectos) tuvo mucho de positivo, pero, al parecer, cayeron en errores gnósticos y maniqueos. En su afán de pureza, llegaron a condenar la posesión de bienes terrenales y las relaciones sexuales incluso dentro del matrimonio; sólo mediante una renuncia al mundo se podía ingresar en su iglesia, fuera de la cual no había salvación.

En días de la Reforma, los movimientos radicales tuvieron muchos aspectos loables, pero también asumieron en algunos puntos posturas extremas que desacreditaron el testimonio cristiano. En tiempos más recientes, algunos movimientos de «renovación», pese a lo noble de sus propósitos y de algunos de sus énfasis, han sido causa de problemas en muchos lugares al tratar de imponer su teología y formas de culto como superiores en espiritualidad a las de las iglesias más tradicionales. (Siga leyendo en la web pensamientocristiano.com)

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